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Dificultad: Fácil
Duración

100 min.

Forma

Las aguas del río Borbotón han sido tradicionalmente aprovechadas para el riego de un buen número de huertas familiares que, asentadas en su vega, han abastecido a la ciudad de frutas y verduras. Aguas que, en otro tiempo, también movieron las máquinas de fábricas de harinas, papel o lanas y molinos. El paseo que se sugiere discurre junto a estas; huertas cuyos topónimos nos recuerdan hoy los días de riego: el Martes y el Jueves. Junto a ellas, pueden observarse los típicos árboles de ribera como el chopo o álamos, en los que es fácil ver y escuchar el canto de alguna de las aves y pájaros más característicos de la zona como las palomas torcaces, alondras, jilgueros, etc…

El itinerario comienza bajo los viejos chopos del camino que bordea la carretera de la estación. A un lado y a otro, las huertas. Alguna con nombre tan sonoro como el de Tambaila frente a la cual el paseo gira a la derecha pasando bajo las peńas de arenisca que sirvieron como canteras para la construcción de los edificios más notables de la ciudad, y en las que aún queda grabado algún corazón olvidado de amores pasados. Cerca de ellas se halla el cerro de AlvarFáńez o Varáńez en cuya cima se conservan restos de un importante asentamiento ibero-romano.

Al pie del camino se abre la Choza de la Jota, una de las muchas excabadas en las rocas areniscas que servían de refugio a pastores, agricultores y hortelanos. El recorrido continúa hasta el llamado Puente del Escalón, construido bajo la vía, en el que arrancaba el antiguo sendero a Langa. Aquí se inicia el retorno a la ciudad bordeando la margen izquierda de nuestro río encontrándonos en primer lugar la antigua fábrica de papel y más adelante la Peńa Palomar. Un paseo como el propuesto no podía acabar otra manera que en el parque de la Chopera, disfrutando de la quietud de sus apacibles jardines.